El verano, esa estación maravillosa que parecía no tener fin con sus días largos y su plenitud se despide de nosotros, septiembre ha llegado y tenemos que volver a la rutina, acompañada del inicio del curso es colar, la conciliación laboral, el frenesí que eso nos provoca a veces el romper con nuestros ritmos naturales, aunque, también para acoger y nutrirnos de nuevas vivencias y experiencias. Los más pequeños de la casa, tienen ganas de reencontrarse con sus compañeros, contarse sus aventuras estivales y por supuesto, aprender cosas nuevas.
Es muy importante, en este proceso de adaptación y de cambios en el ritmo de vida, no perderse. Muchas veces cometemos el error de dejarnos ‘’engullir’’ por el día a día, desconectando de nosotros mismos, permitiendo que nuestro cuerpo de llene de estrés, robotizándonos, perdiendo fácilmente la conciencia de quienes somos, de nuestra esencia, de nuestro sentir…viviendo en agendas, tareas y obligaciones. Es importante enfocarse y ser consciente de que estos cambios que acontecen van a generar en nosotros y en el resto de la familia sensaciones, que pueden repercutir en nuestro día a día, y a la vista de esto recordé algo que leí hace tiempo y que me pareció muy interesante, aquel texto decía que las personas (mayores y pequeñas) que tenían vistas desde la ventana de entornos de naturaleza cercana, como parques, jardines, etc. Presentaban menor nivel de estrés, que los que se encontraban más recluidos en un espacio cerrado, entonces, ¿Puede la naturaleza ayudarnos a reconectar y a disminuir el estrés?
«Creemos que podemos vivir al margen de la naturaleza y, sobre todo, de la estimulación que esta proporciona, pero lo crítico no es que no pasemos tiempo en entornos naturales, sino que no tengamos contacto directo con esa estimulación natural».
José Antonio Corraliza, catedrático de Psicología Ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM)
Si algo tenemos claro es que cuanto mayor es la naturaleza cercana, antes disminuyen los efectos del agotamiento, genera una mejora en la atención y el aprendizaje, nos ayuda a enfocarnos mejor y hace que los más pequeños tengan una mayor consciencia ambiental.
La naturaleza tiene un efecto calmante y restaurador actuando como una poderosa forma de terapia ante el estrés y la falta de concentración, ya que el contacto con lo natural aumenta de forma directa los niveles de potentísimas hormonas como son la oxitocina y endorfinas, reduciendo el estrés, los síntomas de ansiedad, reforzando el sistema inmunológico y aportando bienestar y felicidad. Por ello indudablemente la interacción cotidiana con los árboles, animales y plantas, los niños y niñas aprenden a relajarse, a regular de forma natural sus emociones.

Para conectar con la naturaleza no es necesario ir hacer rutas de senderismo todo los días, puedes ir a pasear por el parque o la zona con jardines cercanas, disfrutando el momento con consciencia y no dejarnos llevar por el cansancio, ya que este contacto nos ayudará a ver más allá de las paredes de la casa, la oficina o el colegio, y nos va a traer muchos beneficios, ya que está comprobado que influye en el bienestar psicológico y emocional y sobre las capacidades intelectuales de las personas, dicho de otro modo, nos va a cargar las pilas y nos va ayudar a rendir mejor, a gestionar mejor nuestras emociones y por tanto a sentirnos mejor.
A continuación os invito a realizar la siguiente actividad. Pues sólo a través de la experiencia puedes transitar tus emociones y sensaciones, conectar con tu niñ@ interior y de esa manera contagiar el bienestar que produce en contacto con la naturaleza.

SENTIR COMO NIÑOS
Esta actividad sirve para que los adultos abramos nuestra mente, nuestros sentidos, a la sensibilidad del mundo, como cuando éramos niñ@s.
Es una práctica muy sencilla de realizar, acércate a un espacio natural, ya sea un parque, un bosque, un río, una playa… Empieza a poner atención en tu respiración, a las sensaciones de peso, al efecto de la gravedad en tu cuerpo.
Si puedes, descálzate y siente como tus pies tocan el suelo, acoge estas sensaciones y súmalas a las demás, y ve ampliando poco a poco tu arco perceptivo, el viento en tu piel, los cambios de temperatura, de luz, los olores, los colores, los sonidos que te rodean como el murmullo de los arboles, las olas del mar, los pájaros. Hunde tus manos en la tierra o la arena, siéntela. Acércate a los arboles y las plantas, tócalas, huélelas…
Mantén una actitud de observación calmada y, llénate de lo que estás viviendo. Disfruta del placer de estar presente, saboreando cada instante, cada descubrimiento. Al terminar la experiencia, reflexiona sobre lo que has sentido y compáralo con las sensaciones que percibes en tu día a día.