Si me paro a pensar y conectar con mi infancia, los momentos más felices, divertidos y donde me reconozco más niña han sido en la naturaleza o al aire libre y jugando, ya fuese con mis herman@s o amig@s, como sola. Y así comienzo este post para hablaros de algo en lo que mi corazón y mi mente caminan juntas. El amor consciente hacia el vínculo de la naturaleza y la infancia.
El entorno natural respalda todos los aspectos de bienestar y desarrollo durante la primera y segunda infancia (desde los 0 a los 12 años). La abundancia de aprendizaje y estímulo para hacerlo cuando se encuentra en la naturaleza es inmenso. La especie humana es una parte innata de naturaleza y está en nuestra raíz evolutiva, sin embargo en las últimas décadas hemos sufrido más desconexión y distancia con la naturaleza. Pero esta conexión con la naturaleza en la infancia es una parte fundamental de su comprensión del mundo y del autoconocimiento, porque somos parte de ella.
La naturaleza estimula la curiosidad, la creatividad y presenta desafíos físicos y cognitivos. Por lo tanto, genera nuevas ideas y desafía a asumir riesgos controlados que no se pueden encontrar en otros espacios.
Beneficios para el aprendizaje, desarrollo y salud:
Jugar y estar contacto con la naturaleza, beneficia y apoya las principales áreas de desarrollo en la infancia: físico y cognitivo, emocional, social, del lenguaje, de las matemáticas, del conocimiento y comprensión del mundo y de la creatividad. “El juego en ambientes al aire libre estimula cada una de las áreas del desarrollo infantil con más facilidad que en los ambientes interiores” (Moore and Wong 1997).

Las actividades realizadas en espacios naturaleza reducen el riesgo de padecer enfermedades mentales, aumentan la sensación de bienestar, autoestima y resiliencia.
Precisamente por su efecto calmante y restaurador de la atención, la naturaleza puede ser una poderosa forma de terapia para el TDAH (uno de cuyos principales síntomas es la dificultad para concentrarse) y otros trastornos emocionales y de conducta.
A través de la interacción cotidiana con los árboles, animales y plantas, los niños y niñas aprenden a relajarse, a utilizar el espacio, a resolver sus temores,
a relacionarse y responsabilizarse de las consecuencias de sus acciones, pues cohabitando valoran, aman y respetan la naturaleza y a sí mismos.
La armonía emocional, la autoconfianza, el desarrollo físico y mental, las habilidades de comunicación y un sentimiento de bienestar generalizado sólo son algunos de los evidentes beneficios del contacto con la naturaleza.
El grupo de Juego Lilah
Y con todo esto que os cuento, también os voy a hablar de una de las actividades que más disfruto y que nutren mi mente y corazón el Grupo de juego. Un espacio donde los niños y niñas conectan con la naturaleza, imaginan, crean y exploran a través del juego no dirigido y espontáneo.
Un lugar para la amistad y la cooperación; para el desarrollo de habilidades sociales y humanas.
Junto al juego cada jornada planteamos propuestas de actividades vivenciales, para vincularse, sentir, reflexionar y cuidar el entorno que habitamos.
Sentirnos en comunión con los seres vivos nos hace interesarnos más por el bienestar de todas las formas de vida.
Liberty Hyde Bailey, fundador del movimiento Estudio de la Naturaleza (Nature-Study), dijo que “La sensibilidad hacia la vida es el fruto más elevado de la educación”


Y ya con Octubre a la vuelta de la esquina, estoy deseando volver al bosque a jugar, disfrutar, descubrir, compartir, crecer y amar con el ¡Grupo de Juego Lilah!
Si estas interesad@ en conocerlo y participar no dudes en contactarme.
¡Un abrazo, mucho amor, juego y naturaleza!
Rocío